Descubre Tlayacapan, pequeñopueblo alfarero de encanto, a unahora en auto de ciudad de México.
A unos 40 kilómetros de Tepoztlán por la carretera de Yautepec-Oaxtepec y a 45 kilómetros de Xochimilco se encuentra Tlayacapan, un pueblo donde se conservan viejas tradiciones y aún se respira un aire más homogéneo y auténticamente mexicano que en otros pueblos de los alrededores de la ciudad de México, en los que durante los fines de semana parecen ser más los turistas y visitantes que los habitantes.
En otras palabras, Tlayacapan es hoy como era Tepoztlán hace más de cincuenta años: la cabecera municipal de una pequeña región dedicada más que nada a la agricultura, la ganadería en pequeña escala y las artesanías tradicionales como la alfarería. Las ollas de Tlayacapan son reconocidas en la zona por su durabilidad y por la particularidad de que la arcilla se mezcla con plumilla de espadaña (planta herbácea cuyas semillas parecen puros). Bien curadas, son excelentes para cocinar moles, frijol y lo que se deje. Todo el pueblo está sembrado de tiendas en las que se vende barro, pero una de las preferidas se encuentra en la calle Emilio Carranza, en frente de la tienda de artesanías La paloma y el laurel (donde el dueño nos contó la historia de Emilio Carranza, el Lindbergh de México).
La visita al monasterio de San Juan Bautista es de cajón. Sus frescos están muy bien conservados; el claustro, el refectorio y la sala de meditación hacen las veces de un pequeño museo, y en lo que fue una alacena se exhiben hoy los cuerpos momificados de ocho niños y jóvenes de clase alta que fueron enterrados dentro de la iglesia, cerca del altar, a finales del siglo XV y principios Las tiendas del pueblo ofrecen artesanía colorida. del XVI. Monjes agustinos construyeron el monasterio entre los años de 1536 y 1577, y ya de paso levantaron 26 capillas repartidas por lo que fueron los antiguos barrios prehispánicos de Tlayacapan.
El mercado y el palacio municipal, a la sombra de una centenaria ceiba, también son huellas de la vieja traza prehispánica. El guía del museo que hoy ocupa al exmonasterio nos dijo que (probablemente) la deidad principal de los tlayacapanecos era Yacatecultli, dios de los comerciantes y viajeros, lo cual tiene sentido, ya que el pueblo está estratégicamente situado en un punto alto desde el cual se avista toda la región de Cuautla, Oaxtepec y Yautepec, y era por su ubicación un lugar de paso entre Xochimilco y la gran Tenochtitlan.
En Tlayacapan se celebran muchas fiestas, pero la más famosa es el carnaval, que se lleva a cabo los tres días previos al comienzo de la cuaresma. Los habitantes del pueblo aseguran que aquí dio origen el brinco del chinelo, y es muy probable que tengan la razón. Para comprobarlo, guardan en el palacio municipal un documento fechado en 1872 en el que un tal Antonio Ortiz y Arvizu da cuenta al presidente municipal de la costumbre ya arraigada de organizar cuadrillas para el carnaval, con el efecto de «ridiculizar a varios personajes de respetabilidad y con vituperio a la religión católica, provocando con esto una alarma a las personas de juicio y criterio». No hay en otro pueblo de la comarca un documento que como este compruebe el origen del chinelo.
La Banda Tlayacapan, conocida en el pueblo como la Banda de Brígido Santamaría, lleva más de 140 años representando a su pueblo en fiestas y jaripeos de toda la comarca. Hoy la dirige Carlos Santamaría, nieto de Brígido y bisnieto de Vidal el fundador, y muchos de los integrantes actuales son descendientes del patriarca. Su repertorio incluye la danza de los chinelos, música compuesta por el mismo Brígido, y muchos otros temas como sones y jarabes para los toros y música para marchas fúnebres, ambas tradiciones fuertemente arraigadas en Tlayacapan. Han tocado entre otros lugares en Estados Unidos, Francia y España, y en 1998 recibieron el Premio Nacional de la Cultura y las Artes. Para verlos tocar, visita el pueblo cuando celebra alguna de sus fiestas patronales: Carnaval, Semana Santa, 16 de septiembre, etc.
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Para quienes gusten de largas caminatas por cerros y bosques, este lugar está lleno de senderos maravillosos donde disfrutar de esta actividad. Desde la cima en los días claros se puede ver el Popocatépetl en todo su esplendor.
Durante la época de lluvias aparecen riachuelos y cascadas, mariposas y grandes insectos, y las plantas brotan con furor verde. Sin embargo, la mejor época para caminar es cuando terminan las lluvias, en noviembre y diciembre, cuando los cerros parecen encenderse de flores amarillas, blancas y azules. Uno de los paseos predilectos empieza en el pequeño pueblo de San José de los Laureles, a diez minutos en auto (o en combi desde el zócalo de Tlayacapan). Por este pueblo agricultor pasa el camino de Chalma. Siguiendo este camino de peregrinaje habrá un lugar de descanso sembrado de cruces (y desgraciadamente también de basura): si lo siguen, llegarán hasta Amatlán. Si toman el sendero mirando hacia Amatlán, alcanzan la cima de un cerro desde el que se contempla el Popo y todo el valle.
En el mercado de Tlayacapan se come muy bien (el mole verde y la cecina de Yecapixtla no fallan). El restaurante Emiliano, junto a la plaza, está ubicado en un edificio colonial digno de una visita. Los desayunos son excelentes. El restaurante El Granadito, sobre la carretera a Xochimilco, es un lugar muy agradable para degustar la comida típica de Tlayacapan.
DÓNDE IR
Casa Tonantzin, c/Independencia 59. T. (73) 5357-6007, www.casatonantzin.com.mx (alberca, spa, jardín).
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