Quienes visitan este mundo subacuático, conviven hasta con tiburones.
A una distancia de 50 metros, un gupo de turistas japoneses, atados a una cuerda y provistos de flotadores, se mete en el Pacífico azul oscuro y flotan sobre el agua como corchos anudados. A nuestro guía de buceo no le gusta nada este desperdicio del tiempo libre. "¡Al mar!", grita el joven hombre, natural de Palaos, de la empresa Sam’s Tours, mientras nos tira uno por uno por la borda, a pesar de que nadie de nuestro grupo tiene experiencia practicando snorkel.
"Simplemente déjate llevar por la corriente", recomienda. Él nos sigue con el bote. Si alguien se siente cansado, debe hacer señas.
Cuando nos estamos sumergiendo en el arrecife exterior del archipiélago de Palaos, situado a 800 kilómetros al este de Filipinas, ya no ocupamos la mente pensando en el desplazamiento poco habitual con aletas y gafas de buceo. El mundo subacuático es increíblemente hermoso.
Por dónde se mire hay corales y peces multicolores. Peces amarillos, peces azules, peces blancos. Peces grandes, peces pequeños, peces muy delgados.
El tráfico bajo el agua es tan intenso como si hubiese comenzado la hora punta en el arrecife exterior, con los peces loro, peces corneta y peces Napoleón regresando a casa tras una jornada de trabajo mar adentro. De repente, incluso pasan por debajo de nosotros dos tiburones grises de dos metros y medio. También los legos se dan cuenta inmediatamente de que se trata de tiburones por su forma de torpedo y aletas dorsales. Más tarde, el guía de buceo nos explica que los tiburones grises son comunes en esta región y generalmente solo se desplazan durante la noche. ¿Tiburones? ¿Por qué no lo había dicho antes? Sin embargo, el guía asegura que no hay motivo para preocuparse.
Los dos depredadores están más interesados en morenas y peces cirujanos que en seres humanos. La probabilidad de ser alcanzado por un rayo es mayor que la de tener un accidente con tiburones. El hombre es una amenaza mayor para los tiburones que a la inversa. Basta con pensar en la sopa de aleta de tiburón. Desde el año 2009, estos animales están estrictamente protegidos en Palaos, como amigos y ayundantes de la naturaleza. Palaos fue el primer santuario de tiburones en el mundo y sigue siendo el más grande. Quien bucea en estas aguas tiene que convivir con tiburones.
Además de Sam’s Tours, hay otra media docena de turoperadores que ofrecen excursiones de buceo y snorkel de un día. En la mayoría de los casos se trata de lo que se llama inmersiones de corriente, que son muy cómodas: uno se mete al agua, se deja llevar por la corriente mirando fascinado la profundidad azul y es recogido otra vez por el barco unos cientos de metros más adelante.
La situación solitaria de las islas no impidió que soldados japoneses y estadounidenses libraran enconados combates en el archipiélago durante la Segunda Guerra Mundial. Como testigos de la guerra han quedado restos de aviones sumergidos en el agua y viejas piezas de artillería en cuevas. Casi nadie sabe que Palaos perteneció durante 15 años a Alemania. En 1899, el Imperio alemán le compró la colonia a España, país sacudido por guerras, por la módica cantidad de 25 millones de pesetas. Sin embargo, en 1914 Alemania se vio obligada a dejar las islas en manos de Japón.
El dominio alemán ha dejado pocas huellas en Palaos. Aun así, en la capital, Koror, aún tiene su residencia un cónsul honorario como representante de Alemania. También Chris, nuestro camarero en el "Palau Pacific Resort", un hotel desmoronado por el clima tropical, habla alemán con fluidez y gusta de usar este idioma. Junto con su padre trabajó dos años en un astillero en Papenburgo, una ciudad en el norte de Alemania. Estuvo bonito, pero Palaos "es un poco más hermoso", asegura Chris.
Información básica
Cuándo viajar: A Palaos se puede viajar durante todo el año. Las temperaturas oscilan entre 23 y 32 grados centígrados. Casi todos los días llueve. Los meses más secos son los de febrero hasta abril.
Cómo llegar: Desde Europa con Korean Air vía Seúl o con China Airlines vía Taipei, la capital de Taiwan.
Documentos: Los turistas reciben a la llegada un visado con una validez de 30 días. Es necesario presentar un billete de avión para la vuelta u otro destino posterior. A la salida hay que pagar una tasa aeroportuaria de 50 dólares estadounidenses (unos 44 euros).
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