Cadaqués es el pueblo más al oriente de la Península Ibérica cuya belleza ha inspirado y enamorado a pintores y escritores.
Deslumbra como si trajera puesto un vestido de lentejuelas blancas: hay que cerrar un poco los párpados y ajustar los ojos a esa nítida luz de Cadaqués, el pueblo más al oriente de la Península Ibérica.
Te lo pueden platicar, pero no es hasta que te detienes frente esa ilusión óptica que es la bahía de casitas blancas y cuando el mar se mueve completo como un pez azul y oro -coqueto, invitante-, que se entiende la fascinación, la contribución al paisaje mental de artistas como Dalí, Pablo Picasso o Joan Miró por este pequeño pueblo de Cataluña.
Allí conoció Salvador Dalí a su musa Gala, pero también allí se nutrió del poeta Federico García Lorca y del cineasta Luis Buñuel, cuando todavía eran amigos, durante el rodaje de la primera película surrealista, Un perro Andaluz, filmada en 1929.
La caminata de cinco kilómetros a Portlligat para conocer lo que fuera el cuartel general Gala-Dalí es obligada y un ejercicio excelente para las piernas del viajero: no olvidemos que Cadaqués se encuentra en el corazón del territorio escarpado conocido como Cap de Creus, donde los acantilados, peñas y barrancos componen acuarelas naturales, un sitio en el que no es difícil imaginar un caprichoso pincel divino.
Sin embargo, para disfrutar cabalmente de la «niña bonita» de Cataluña, como llaman cariñosamente a Cadaqués, es necesaria la paciencia. Antes de echar a andar por esta antigua población pesquera hay que contemplar, realmente detenerse a contemplar cómo besa el pueblo las aguas del mar.
Para esperar la hora fijada de visita a la Casa Museo Dalí (es uno de los pocos museos en el mundo al que hay que acudir con previa cita) hay que diseñar el día de modo que dé tiempo para comerse antes unos exquisitos chipirones con arroz o unas anchoas, la especialidad local, sentados en la terraza de algún restaurante del malecón (restaurantes como el Cap de Creus, donde hay que pedir un «Entrecot fin del mundo», o el Es Baulard son buenas opciones sobre la calle Riba Nemesi Llorenç, la principal) mientras se agradece al sol que nos protege un poco del viento helado de otoño, la mejor época del año para visitar Cadaqués, cuando los turistas escasean y el frío viento de la tramontana que baja de los Pirineos aún no arrecia.
Después de probar los privilegios de la tradicional cocina de la Costa Brava nos estará esperando la sensacional iglesia gótica de Santa María, construida en el siglo XVII, a la vuelta de uno de sus numerosos callejones recoletos.
Se puede participar de la vida a pie o rentando una motoneta que nos llevará hasta los puntos más altos sin tanto esfuerzo, aunque esto podría prevenirnos de disfrutar sus silencios: la paz que se siente en Cadaqués no existe en ningún otro lugar de la tierra. Se vislumbra un lugar autocontenido, como si las noticias de los periódicos fueran generadas en otro planeta y no a unos cuantos kilómetros de allí.
¿Será que la geografía escondió durante siglos a este pueblo? Sólo se puede acceder vía carretera, después de atravesar varias montañas rocosas y llenas de curvas cerradas, que un poco más al Norte nos conducen ya a territorio francés.
Una vez en Portlligat, dentro de la Casa Museo Dalí, lo mejor es entrar con una mirada infantil, pues fue justamente un artista mitad niño, mitad lunático quien la construyó: de entrada un oso blanco disecado nos aguarda en el recibidor lleno de collares y de amuletos para luego transportarnos adonde nuestra pobre imaginación no alcanzaría jamás al genio: cuadros tridimensionales, habitaciones que forman caras femeninas o animales y la multiplicidad de objetos decorativos sacados de contexto (joyas, pedazos de madera, muebles antiguos y hasta autos viejos) que sólo por estar allí se vuelven un prodigio surrealista.
Con la luz en la pequeña bahía y los pescadores aún haciendo su labor completamente despreocupados de los turistas, se comprende por qué Dalí construyó aquí lo que a la luz del tiempo parece su más grande obra: su casa, una especie de teatro habitacional al que Gala y Dalí fueron añadiendo un cuarto tras otro para mostrar en público aquel laberinto místico que vivían en privado.
Logística |
La Casa-museo Dalí se encuentra en Portlligat, a cinco kilómetros de Cadaqués. Es necesario pedir cita telefónica para asistir, sobre todo en verano pues la entrada es restringida a ocho visitantes por turno. www.salvador-dali.org. Tel. 972 251 015. En Cadaqués hay diversas opciones de hospedaje y comida, pero sigue siendo un pueblo pequeño, por lo que las reservas deben hacerse con anterioridad en temporada alta. A este pueblo se puede llegar por autobús (www.sarfa.com) o taxi desde Barcelona, Gerona o Figueras, esta última, la ciudad más cercana, a 30 kilómetros de distancia. |