Fez tiene la medina más grande de Marruecos, atiborrada de artesanías, cafeterías y mansiones antiguas inundadas de mosaicos coloridos.
Caminar por la Medina de Fez es entrar a una de las ciudades medievales más grandes del planeta. Su red de senderos enredados es hogar de una arquitectura islámica extraordinaria –mezquitas elaboradas, palacios y madrasas (escuelas de teología)–, pero la magia de todos los días es lo que más encanta: artesanos que cincelan patrones en latón, burros que cargan sacos de especias entre los zocos, una ráfaga de té de menta fresca que se cuela por una puerta… Podría parecer una escena de Las mil y una noches, pero esto no es ninguna fantasía: Fez es una urbe viva y trabajadora, y ese carácter la hace hechizante.
Pasa tiempo en la Medina, Patrimonio Mundial de la UNESCO, y haz descubrimientos a cada instante: tal vez un patio elegante o un palacio con mosaicos y columnas agrietadas. Primero ordena un licuado de fruta fresca y admira las vistas de la ciudad vieja desde la terraza del Nagham Cafe, cerca de la puerta Bab Bou Jeoud que te lleva a la medina.
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Dos madrasas medievales en cada extremo
Aparte de los burros, esta zona está libre de tráfico y está hecha para deambular. Un buen punto de partida es Tala’a Kebira, una calle larga que serpentea la ciudad vieja. Hay numerosos sitios de interés en el camino, que está marcado por dos madrasas medievales en cada extremo: la Madrasa de Bou Inania, en el suroeste, y la Madrasa Al-Attarine, al noreste. Ambas son buenas introducciones a los artesanos marroquíes con la totalidad de su superficie decorada con mosaicos intrincados, enyesados y madera de cedro tallada.
Prueba los caracoles o una sopa de habas en un puesto callejero y, si buscas algo más sustancial para comer, ve a la terraza del Café Clock, cerca del extremo sur de Tala’a Kebira. Hay platillos locales interesantes en el menú como la hamburguesa de camello. La cafetería también ofrece clases de cocina, que incluyen un recorrido en un mercado local para elegir los ingredientes.
Una madriguera de terrazas y patios
El cercano Museo de Batha cuenta la historia de la arquitectura y las características interiores únicas que verás por toda Fez. Dedicado a las artes y artesanías marroquíes, desde mosaicos zellige (un estilo marroquí hecho a mano) hasta revestimientos de tadelakt, el museo tiene su sede en el otrora palacio de verano del sultán y alberga un jardín hermoso; muchas de sus exhibiciones fueron rescatadas de casas en ruinas de la medina. Hay una atmósfera similar en Palais Glaoui, a 10 minutos. La elegante pero desgastada residencia del siglo XVIII es una madriguera de terrazas y patios no menos impresionantes por su deterioro.
La escena artesana de Fez es una tradición viva, desde los orfebres hasta quienes hacen alfombras y perfeccionan sus creaciones en talleres pequeños. Uno de los productos más famosos de la ciudad son los artículos de cuero; ningún viaje a Fez debería saltarse la Curtiduría Chouara. El cuero ha sido lavado y entintado en este extraordinario complejo de baños desde, al menos, el siglo XVI.
Tan penetrante es el olor de la curtiduría que quizá necesites tallar la experiencia en tu piel. Hay Hamanes públicos, o baños de vapor turcos, por toda la ciudad, incluido el Hammam Mernissi & Spa, hecho con mármol. Muchos hoteles riad tienen sus hamanes privados y fusionan métodos tradicionales con productos como aceites aromáticos para crear una experiencia más lujosa. El spa con mosaicos de La Maison Bleue es uno de los mejores.
Cena en el restaurado The Ruined Garden. Ubicado en la antigua casa de un mercader, sirve platillos como falda de ternera y cordero rostizado con opciones vegetarianas. Luego admira el ocaso sobre las montañas Atlas conforme el llamado a rezar de los almuecines sube por la ciudad desde la terraza en Riad Fès, cerca del Ruined Garden.
Este artículo es de la autoría de Amanda Canning, colaboradora del del equipo de Traveler Inglaterra.
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