Donde las llanuras rozan al horizonte y la tierra le pertenece a los bisontes. Manitoba es la Canadá que apenas se conoce.
Terminé en Winnipeg, la capital de la provincia de Manitoba, por una coincidencia casi surrealista. A todo esto, fue la invitación a participar en Folklorama, un festival multicultural de danza que se realiza cada verano.
Aunque no estuviera en mis planes viajar al ombligo de Canadá, era un hecho que si ya estaba ahí, aprovecharía para conocer algo más que Winnipeg. Fue por eso que cuando acabó la dosis de polka, tango y danza de la Polinesia, renté un coche con intención de dejar la ciudad y encontrarme con la naturaleza.
Me habría encantado llegar hasta Churchill, un pueblo a orillas de la Bahía de Hudson donde se dice que las belugas y los osos polares posan para fotos, pero la inexistencia de caminos para llegar a él me detuvo.
Me conformé con la segunda opción, el Riding Mountain Nation Park al que se llega en sólo cinco horas al volante. Cualquier indicio de ciudad acabó abruptamente al pasar Winnipeg; de una cuadra a otra, los restaurantes de comida se convirtieron en enormes pastizales que se extienden hasta el principio del cielo.
Crucé la caseta de pago para ingresar al parque nacional y encontré un panorama completamente distinto. Una reunión de montañas expatriadas resguardando a un lago enorme que le hace justicia a su nombre: Clear Lake.
Caminé por el corazón del parque, una calle muy caricaturesca justo frente al lago de apenas pocas cuadras. De a poco, la docena de restaurantes y tiendas, todos con un estilo «cabañesco», se llenaron de gente que había dejado descansar sus bicicletas y canoas por el día. En la playa artificial donde una hora antes jugaban voleibol sólo quedábamos el cielo naranja y yo.
Al día siguiente me desperté antes que el sol; cosas que uno tiene que hacer para ver el principal atractivo de la región: una colonia de bisontes salvajes que, durante el verano, salen todos los días al amanecer. También en Manitoba los animales parecen compartir su desinhibición.
Maneje una hora y media hasta llegar a otro lago, Audy, donde se encuentra el Bison Enclosure, un sitio designado para ver bisontes salvajes. Regresé a la zona de Clear Lake y renté una bicicleta de montaña; así descubrí un microclima híbrido parecido a dos postales, el Nilo y los pantanos tropicales.
Cuando me di cuenta llevaba casi 45 minutos recorriendo caminos marcados por vigas de madera rodeados de lirios, sonidos de pájaros y vibraciones extrañas. Ya era hora de devolver la bicicleta y regresar a la ciudad, ahora a sabiendas de que, además de planicies, Manitoba también tienen el festival étnico y los bisontes más grandes que haya visto y jamás veré.
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