Los rostros del D.F.

A pesar del caos y de la dimensión, existen barrios íntimos llenos de joyas arquitectónicas, restaurantes y bares con mucha personalidad.

Junto con el área metropolitana que la circunda, la Ciudad de México ha adquirido dimensiones monstruosas que amedrentan a cualquier paseante.

Aunque en sus márgenes es posible encontrar prácticamente cualquier cosa, justamente por su tamaño descomunal ocurre que es difícil ubicar lo que uno anda buscando.

Sería arriesgado cerrar los ojos y aventurarse en sus calles con la esperanza de llegar a algún sitio interesante, como suele ocurrir en las ciudades pequeñas.

Aunque parezca parte de una pesadilla, hay que ser conscientes de que el DF es de ese tipo de urbes en las que es posible caminar durante semanas y no dar con ninguno de sus secretos.

No está de más, entonces, ubicar algunas zonas en las que cualquier viajero distraído pueda gastar un fin de semana con la certeza de obtener algo a cambio.

El Centro es cada vez más recomendable en cuanto a su oferta de servicios y atractivos históricos. El perímetro que rodea a la catedral metropolitana (cuyo interior habría que explorar hasta sus últimas consecuencias, incluyendo el campanario y las catacumbas, si se corre con suerte, porque es raro que se abran al público) y la plancha de El Zócalo tienen que estar al principio de la lista.

No deja de ser admirable la convergencia de edificios coloniales junto a construcciones prehispánicas, como El Templo Mayor y, si se camina por la calle de 5 de mayo rumbo a la Alameda Central, monumentos como el Palacio de Bellas Artes, el Palacio Postal y las viejas oficinas de El Banco de México.

Además en esa zona, frente al que es conocido como Sanborns de los Azulejos, está uno de los iconos de la ciudad moderna: la Torre Latinoamericana.

De los muchos restaurantes, bares y cantinas que encontraremos a nuestro paso, hay algunos de rancio abolengo. Comencemos por los primeros: por su vista panorámica, el restaurante del Hotel Majestic (tel. 5521-8600), que da al Zócalo.

Si en cambio privilegiamos la gastronomía, sobre la calle de República de Uruguay, entre el Eje Central y Bolívar, encontraremos dos de comida española de muy alto nivel: el de mariscos El Danubio (tel. 5512-0912) y el Centro Castellano (tel. 5518-2937), con su menú económico del segundo piso y sus platillos gourmet de la planta baja.

En cuanto a los bares y cantinas, vale la pena visitar La Ópera (tel. 5512-8959) o el Salón Corona (tel. 5512-9007) o dar una vuelta por las calles peatonales de Filomeno Mata o Regina, donde seguro habrá ocasión, en algún pequeño local, de degustar un fino mezcal o una Tempus, la mejor cerveza de México, de fabricación artesanal.

De las dos colonias cercanas al Centro Histórico de la ciudad de México que cuentan con una larga tradición histórica, cierta distinción arquitectónica y una concentración de lugares de esparcimiento e interés, yo pondría en primer lugar a la Roma y, en segundo, a la Condesa.

La primera, creo, tiene más estilo y es más real, en el sentido de que se puso de moda más recientemente y conserva cierto aire de barrio vivo con vida privada, que por desgracia es cada vez menos notorio en la Condesa.

De la Roma habría que tratar de caminar la calle Álvaro Obregón, dar una vuelta, entre mansiones porfirianas, por la fuente de Las Cibeles o por la Plaza de Río de Janeiro (la de El David). No será difícil encontrar algún lugar interesante donde meterse a descansar un poco o comer o tomar algo ligero:
la librería Casa Lamm (tel. 5525-3938), el Café de Carlo (tel. 5574-5647), la Casa del Té (tel. 5511-2877), el centro cultural de la Casa Universitaria del Libro (tel. 5207-9390), el bar Covadonga (tel. 5533-2922) o la nevería La Bella Italia (tel. 5264-7960). Pero lo que sería completamente inaceptable es no parar a cenar en un restaurante llamado Oliva (tel. 5525-1100), ubicado en la esquina de las calles de Orizaba y Tabasco.

Por la Condesa sugiero pasar de noche, incluso tomar la última copa del día en El Pata Negra (tel. 5211-5563), en la esquina de las calles de Juan Escutia y Tamaulipas, y hospedarse en La Casa del Árbol Rojo (tel. 5584-3829), ubicada en Culiacán 6. Sería interesante recorrer el Parque México y la calle circular de Ámsterdam y, entre las construcciones art decó, descubrir por qué esta colonia se llama como se llama: Hipódromo Condesa.

Hacia el Sur hay dos colonias donde podríamos pasar otros dos fines de semana enteros, pero que no está de más visitar ahora, de pasada. Primero, Coyoacán.

Por lo menos hay que dar una vuelta por el Jardín Centenario y el convento de Coyoacán, ya que difícilmente podremos asistir a una función de teatro en la Plaza de la Conchita o recorrer Los Viveros. Date tiempo para visitar el Museo de Frida Kahlo (www.museofridakahlo.org.mx), conocida como la Casa Azul y el Museo Casa León Trotsky (tel. 5658-8732).

Y después, hay que caminar un poco por San Ángel y sus calles empedradas. Tal vez subir de Insurgentes a Revolución por la Avenida de La Paz, dar una vuelta por su jardín, y rematar el día en el restaurante San Ángel Inn (tel. 5616-1402) con una cena mexicana, con los mejores martinis de la Ciudad de México.