El mayor salar del mundo, en Uyuni, impide contener las emociones.
Llegamos por la tarde al pueblo boliviano de Uyuni, luego de padecer en Potosí para conseguir combustible. Aprovechamos para almorzar, comprar provisiones y preparar las motos para el salar.
No quisimos esperar las consecuencias que tendría cruzar en su totalidad el salar más extenso del mundo y rociamos las motos con varias capas de lubricante WD-40 -lo que calculamos sería suficiente- ya que probablemente no habría oportunidad de lavarlas hasta San Pedro de Atacama en Chile.
Nos esperaban 700 kilómetros de sal, arena y ripio hasta la frontera.
Así, nos dirigimos rumbo a Colchani, que es la puerta del salar, y para nuestra buena suerte había una estación de servicio que nos vendió combustible a precio de locales, ¡Por fin la fortuna nos favorece en Bolivia!
Cargamos combustible hasta el tope y llenamos los bidones anticipando la ausencia de civilización en el desierto.
Llegó el atardecer, y decidimos buscar un lugar para dormir, con la intención de salir de Colchani al amanecer del día siguiente.
Conseguimos un refugio, no era el Famoso Hotel de Sal, aunque sí una humilde casa construida con dicha sustancia.
Muy temprano salimos rumbo al salar, y después de 30 kilómetros de terracería finalmente se veía una orilla y una inmensidad blanca. Miles y miles de kilómetros cuadrados de sal, es difícil describir la experiencia, como motociclista no me queda mas que decir que es definitivamente uno de los mejores si no que el mejor lugar para manejar moto.
Es absolutamente increíble manejar en la infinidad blanca.
Es complicado contenerte y no jugar con la moto sin parar, no hay nada que se atraviese en tu camino, sientes que todo eso es tuyo.
Después de pasar por «Las Banderas» nos dirigimos a la Isla Incahuasi que se encuentra a 80 kilómetros hacia el oeste justo en medio del salar.
En Incahuasi se pueden apreciar cientos de cactus gigantes, la isla es muy popular y está llena de gente que viene en tour.
Decidimos seguir a la segunda isla, La Isla del Pescado, que resultó más pequeña y completamente desierta.
La vista desde la isla es surreal, la inmensidad blanca rodeándola, los patrones hexagonales que se extienden hasta donde la vista alcanza sin nada mas en el fondo que te de sentido de profundidad, no hay lugar igual en el mundo, por eso lo llaman «El Cielo en la Tierra» un sobrenombre bien merecido.
Desafortunadamente, contábamos con provisiones y combustible limitado, por lo que teníamos que seguir para dirigirnos al suroeste rumbo a Chile.
Regresamos a la Isla Incahuasi, una de las camionetas que ofrece tours nos facilitó algo de combustible, y despues de 100 kilómetros más al suroeste dejamos atras el Salar de Uyuni, uno de los lugares mas impresionantes del viaje hasta ahora y sin duda mi lugar favorito.