Como buza profesional, Fernanda Cortina trabaja todos los días con cetáceos. Durante los primeros meses del año, se enfoca en ballenas jorobadas, ya que empiezan su periodo de descanso en los martes del norte de México. Especialmente en Cabo San Lucas, en Baja California, durante marzo se puede ver a las madres jugando con sus crías recién nacidas.
Esto no es ninguna casualidad. Por el contrario, es por medio del juego que las mamás le enseñan a sus bebés recién nacidos a nadar, a alimentarse y a respirar adecuadamente. Las aguas cálidas de las playas mexicanas les ayudan en el proceso, ya que se están preparando para un viaje kilométrico hasta las costas de Alaska.
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En Los Cabos, desde Fernanda trabaja, la especie más popular es sin duda la jorobada. La temporada de ballenas empieza tradicionalmente en octubre, y se puede extender hasta las últimas semanas de marzo. A veces, incluso, se alarga hasta mayo. Así lo relata Cortina en una entrevista exclusiva para National Geographic en Español:
«Se pueden ver desde la superficie», explica Cortina sobre su experiencia con las ballenas, «las escuchamos durante los buceos y a veces, hasta nos las encontramos mientras buceamos».
Según su experiencia como guía de turistas, las mamás generalmente vienen acompañadas de una escolta cuando las crías son todavía muy jóvenes. Durante los primeros dos años de vida, los bebés se quedan con su madre «y durante todo ese tiempo están aprendiendo», dice la especialista. «Cuando acaban de nacer, podemos ver a la mamá empujando al bebé hasta la superficie, para que aprenda a respirar«.
Los días posteriores, las hembras adultas les enseñan a nadar en línea recta, o a saltar para quitarse los parásitos del cuerpo. Mientras tanto, los machos practican sus rituales de apareamiento. Por su parte, las crías observan y se empapan de este conocimiento milenario, que sus familias les transmiten con el ejemplo. «Mucho es aprender de las ballenas jorobadas adultas», dice Cortina. «Por eso es tan visualmente activo aquí en Cabo».
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El periodo de dos años es definitivo para las ballenas jorobadas. Además de que aprenden todo lo que necesitan para sobrevivir más tarde, «no son de las especies que se queden con sus familias genealógica durante todas sus vidas«, detalla Cortina, quien las fotografía en sus meses de más alta actividad. Por esta razón, el turismo responsable es una parte fundamental si las personas quieren acercarse a conocerlas.
«Yo les recomendaría investigar con quién están yendo», sugiere la fotógrafa documental. «Tiene que ser [una operadora] responsable, que esté consciente de la importancia de estos animales [en la biosfera mexicana].»
Hay agencias, como Civitatis, que ofrecen avistamientos de ballenas jorobadas en Los Cabos de manera responsable. Así como lo hacen en otras partes del planeta —como Reikiavik, en Islandia—, la empresa promueve experiencias que respeten a los cetáceos y de las otras especies con las que los yates coexisten. En México, no sólo se puede ver en Los Cabos. Por el contrario, es posible hacerlo en Mazatlán y Punta Mita, adonde estos animales también llegan de visita.
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Para evitar que los bebés y sus madres salgan dañados de un avistamiento, los capitanes deben de tener una distancia respetuosa de los animales. Aunque Cortina reconoce que es «muy emocionante tenerlas cerca«, es fundamental aprender a darles su espacio, en su experiencia:
«Muchas veces, los bebés son muy curiosos y se quieren acercar mucho al barco», cuenta Cortina. «Es importante que no se acostumbren a no hacerlo, porque en aguas abiertas, pueden quedarse atorados en redes. Por eso, siempre vale la pena tener distancia con la naturaleza«.
Incluso para los seres humanos, abrazar o besar a estos animales puede ser nocivo. Los parásitos que tienen encima, explica la instructora de buceo, pueden transmitirnos enfermedades. «Y nosotros a ellas«, aclara. Lo que es más, aunque las ballenas jorobadas son amigables, tienen una fuerza proporcional a su tamaño, por lo que pueden haber accidentes si se interactúa demasiado cerca con ellas.
Navegar en conjunto, por lo tanto, podría ser un acercamiento mucho más saludable para ambas partes. Por un lado, las ballenas pueden disfrutar de las aguas mexicanas sin agitarse por la presencia humana. En contraste, los turistas pueden tener un avistamiento rico y consciente, en el que la biosfera mexicana no salga dañada —y aún así, puedan tener una experiencia profunda y completa con las ballenas jorobadas.
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