Te sumerges en una preparación de estilo medieval.
Ni aceites pegoteando el pelo, ni rocas calientes en la piel ni rodajas de pepino en los párpados. El aroma de levadura que sale de la bañera es bien conocido: cerveza. Aunque ésta es preparada según una receta medieval para elaborar un nuevo baño relajante que seduce tanto a hombres como a mujeres en el noreste de Alemania.
Cinco litros son los que vierte en la bañera la fisioterapeuta Susanne Taschner-Schmidt, creadora de los peculiares baños de cerveza que ofrece su centro "Kummerower Hof" en la localidad de Neuzelle. "Sírvase más cuando lo desee", aconseja al cliente, invitándolo a sumergirse sin complejos en la pequeña piscina espumosa.
La experiencia es especial ya desde los primeros minutos. Como si uno se hubiese metido en una copa gigante de champagne, se siente en la piel el bombardeo de pequeñas burbujas de dióxido de carbono que suben y explotan en la superficie.
El aroma a lúpulo comienza a generar una sensación de ensueño, mientras la levadura y la malta despliegan sus propiedades naturales de depuración de la piel. Así transcurre media hora, durante la cual el cliente entra en un sopor -esta vez no alcóholico- que le hace olvidar incluso la posibilidad de servirse más del grifo.
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Por más novedoso que resulte el invento, su origen se remonta a hace 500 años. "Ya en la Edad Media se utilizaba el lúpulo como complemento para el baño", apunta Taschner-Schmidt, que cita como ejemplo a la mística alemana Hildegard von Bingen hablando ya de las propiedades antisépticas del lúpulo.
Otro papiro de 1555 "refleja que el poso de la cerveza se usaba ya entonces para tratar enfermedades de la piel", añade la fisioterapeuta, que menciona al pasar otros usos medicinales de la cerveza documentados desde hace tiempo, por ejemplo como remedio para la falta de apetito o problemas digestivos.
Hasta el autor griego Plutarco se rindió al poder de la bebida más popular de Alemania: "La cerveza es la bebida más útil, el remedio más agradable y el alimento más sabroso".
Uno podría escuchar durante horas a la inventora del baño de cerveza, para el que diseñó una receta en cooperación con farmacéuticos, fisioterapeutas y un maestro cervecero. En 1997 abrió su primer pequeño "spa" ecológico en Neuzelle, unos 120 kilómetros al sureste de Berlín.
"Cuando abrimos venían sobre todo hombres. Planeaban la visita primero un poco como una broma, pero luego quedaban sorprendidos por el resultado". El boca a boca hizo el resto y en poco tiempo comenzaron a llegar no sólo grupos de hombres, sino también mujeres. Hoy la mayoría de clientes vienen con su pareja.
Varios competidores dentro y fuera de Alemania intentaron copiar la receta de Taschner-Schmidt, pero la inventora se mantiene firme: "La composición es nuestro secreto", explica. El mismo objetivo de Stefan Fritsche, cuya fábrica de cerveza elabora la versión para baño que ya exporta incluso a Japón, Rusia y Corea del Sur.
Información del destino
Se puede llegar desde Berlín con coche o con una de las numerosas conexiones ferroviarias. El "spa" puede recoger al cliente en la estación de tren de Neuzelle.
Precio: el baño en el "Kummerower Hof" cuesta 46 euros (52 dólares) por 80 minutos.
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