La ligereza de la vida y el disfrute de una gastronomía mediterránea sencilla, la promesa.
Cuando el sol se pone en la noche y a lo lejos el volcán Estrómboli parece estar planeando sobre el mar, los turistas se reúnen en los miradores de Tropea. La vista desde la ciudad, situada en un acantilado, hacia la lejanía es algo así como un concentrado de Calabria. El sur de Italia satisface las ansias de muchos turistas venidos del norte de Europa: promete la ligereza de la vida y el disfrute de una gastronomía mediterránea sencilla.
Sin embargo, no todo es color de rosa. En Calabria nadie puede ignorar totalmente a la Ndrangheta. Es cierto que esta rama de la mafia no es ninguna amenaza para los turistas e incluso el riesgo de ser desvalijado y asaltado probablemente es mucho mayor en la Costa Azul. Sin embargo, la Ndrangheta le complica la vida a la gente y manifiesta su presencia en cosas que uno no hubiera esperado ni siquiera en la periferia de la Unión Europea. Si la basura se acumula durante dos semanas en las calles, la explicación lacónica siempre es la misma palabra: la mafia.
Toni, quien regenta una pequeña tienda cerca de Tropea, se encoge de hombros. Lo que pasa es que el ayuntamiento es corrupto, dice. La recogida de la basura una y otra vez se saca a concurso nuevamente y el pago de pingües sobornos es el pan de cada día, por lo que a veces la basura se queda un rato en la calle. «Aquí la política es mala», dice Toni como si buscara una disculpa, mientras que esboza una sonrisa y ofrece un vaso de vino de su propia producción. Da igual. En algún momento los camiones de basura vuelven a traquetear por las estrechas calles.
El automovilista que transita por el tramo más sureño de la autopista A3, entre Vibo Valentia y Reggio Calabria, tiene que pasar por obras que se iniciaron hace décadas. Un escenario parecido le espera si viaja por las angostas y empinadas carreteras secundarias al interior o a lo largo de la costa hacia Capo Vaticano o Pizzo. En algún lugar se inició hace muchos años la construcción de un túnel que termina en el centro de la montaña, en otro lugar falta el asfalto. Aun así, esos viajes son recomendables porque pasan por pueblos encantadores y un hermoso paisaje montañoso.
Por ejemplo, vale la pena visitar la apacible localidad de Nicotera, al sur de Tropea. Desde Belvedere, situada a gran altura, la vista llega muy lejos, sobre la llanura costera de Rosarno hasta Gioia Tauro, el mayor puerto de contenedores de Italia y, a la vez, puerta de entrada para drogas duras.
Hacia el norte, la pequeña ciudad de Pizzo no solo invita a un paseo por sus callejones. La plaza del mercado ofrece la oportunidad de probar en alguno de los cafés tartufo. Pizzo asegura con orgullo haber inventado esta especialidad, cuya variante clásica consiste en una bola de helado de vainilla con una salsa de chocolate oscura en el centro y cubierta por una capa de helado de chocolate y polvo de cacao. Actualmente existe una amplia oferta de variedades diferentes.
Cuando se habla de comida, en Tropea no se pueden pasar por alto las omnipresentes cebollas rojas. Sea en la pizza, como salsa para pastas, en la ensalada o para poner en el pan: la cipolla, de sabor muy suave, prácticamente no puede faltar en ningún plato y las ristras de estas cebollas son un popular recuerdo que el turista se lleva a casa.
Quien permanece varios días en Tropea encuentra una gran oferta de restaurantes, desde comida sencilla hasta exquisiteces. También vale la pena dejar a veces el paseo principal Corso Vittorio Emanuele para entrar en los callejones laterales, en cuyos patios traseros están escondidos locales de mucho ambiente.
Calabria no es un destino turístico barato. Quien quiere tener tumbonas y sombrillas en la playa debería procurar que estén incluidas en el precio del alojamiento. La comida es más cara que en la mayoría de los países europeos y no pocos bañistas palidecen cuando tienen que pagar la cerveza.
Además de playas de arena fina y un Mediterráneo de agua cristalina, la pequeña ciudad, de 10,000 habitantes, ofrece una bonita diversión: cada mañana, si hace buen tiempo, una pequeña flota de barcos de excursión se hace a la mar rumbo a las islas Lipari. Es recomendable reservar un viaje combinado con breves visitas a Vulcano, Lipari y Estrómboli.
En la isla de Vulcano, que ha dado el nombre a todos los volcanes, el turista puede respirar al pie del volcán con su cráter de película el aire con olor a azufre de los baños de barro que atraen a personas aquejadas por el reuma o la psoriasis. En Lipari vale la pena hacer una excursión en autobús. En el mirador más bonito hay un puesto sencillo que vende bruschetta con las famosas alcaparras de la isla.
Finalmente, Estrómboli atrae por haber sido escenario de la película homónima. También vale la pena dar un paseo hacia la casa de Ingrid Bergman y Roberto Rossellini. No se deben esperar con gran expectación las actividades del volcán, porque sus erupciones, que se producen aproximadamente cada 15 o 20 minutos, son generalmente poco espectaculares.