Cuando de Johannes Vermeer (1632-1675) se trata todo es luz y color, y la luz es color y el color es luz. Con esto, el artista holandés del siglo XVII logra idear historias serenas, sosegadas y pulidas, que 350 años después de haber sido creadas continúan teniendo un poderoso efecto en nosotros.
Así lo explicó Pieter Roelofs, curador de la más grande y magnífica retrospectiva que se ha hecho sobre el gran maestro de Delft.
Taco Dibbits, director general del Rijksmuseum en Ámsterdam, explica que estamos viviendo un momento histórico: “Nunca antes, ni aún en el estudio del mismo artista, en los 1600, se habían reunido 28 de sus obras bajo un mismo techo”.
Más de 400 años más tarde, el recinto cultural abre sus puertas para esta exhibición, que abre sus puertas al público el viernes 10 de febrero de 2023. Traídas de 14 museos y colecciones privadas de siete paises alrededor del mundo, esta exhibición es la más completa que jamás se haya montado.
Siete de ellas regresan por primera vez a Holanda después de 200 años. El diseño del recorrido por las 10 salas que comprenden la muestra corrió a cargo del diseñador y arquitecto frances, Jean-Michel Wilmotte.
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Divididas por temas, las galerías acercan al visitante a la obra y al mundo de Johannes Vermeer: a su trabajo, vida privada, entorno social, intereses religiosos y las ambiciones del artista.
La muestra abre con lo que sea quiza el paisaje urbano más famoso del siglo XVII holandés, la famosa Vista de Delft prestada por el Mauritshuis (La Haya) para esta exhibición.
La interacción de luz y sombra, el impresionante cielo nublado y los sutiles reflejos en el agua convierten este cuadro en toda una obra maestra. Con este gesto el curador nos ubica en el inicio del recorrido en la ciudad natal del artista, Delft.
Entrando a la siguiente galería nos muestra sus primeras obras para llegar muy pronto a los interiores silenciosos, domésticos y serenos por los que el artista es tan querido y admirado.
“Vermeer no produjo muchas pinturas. Sin embargo, su impacto es inolvidable”, dijo Dibbits. “En un mundo que nos exige tanto constantemente, la calma y la intimidad de su obra hacen que el tiempo se detenga”.
Una mujer en labores domésticas absorbida en su rutina de la mañana, una chica leyendo una carta, la ciudad despertando al amanecer… Vermeer era un maestro del momento íntimo, sosegado, callado y absorbente.
Pasamos de las vistas de la ciudad a los interiores caseros, viajamos entre lo sagrado y lo profano: desde la vida doméstica, con música y momentos de intimidad, hasta la devoción religiosa y las escenas que sugieren algo mas subido de tono. Todo esto en 28 pinturas creadas en 20 años, entre 1654 y 1674.
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En una de las salas de la exhibición hay una obra que cuelga sola de una de las paredes, en ella alguien ha descorrido una cortina de tonos verdes, al hacerlo nos ha dado acceso a una escena a la que en realdidad no hemos sido invitados.
Adelante, en otro salón vemos a una chica leyendo muy concentrada el final de una carta, se conoce que se ha acercado a la ventana para tener mejor luz, su vago reflejo es atrapado en los vidrios emplomados de la ventana abierta.
En la pared del fondo la imagen de un cupido nos da una pista del tema de la carta. Es un momento íntimo del que somos testigos sin que la chica nos note, situación que el curador logra acentuar al situarnos en este cuarto solos con esta única obra.
Es imposible no preguntarse con gran curiosidad, ¿qué dice la carta? Y nos encontramos escrutando la expresión facial de la chica para saber cuál es su reacción.
Mientras tanto en la galería contigua, una mujer sirve leche y prepara una canasta de pan. Está sola en la cocina, y la pared lisa del fondo subraya su situación.
En Vermeer las paredes blancas, nunca son blancas, tiene diferentes degradaciones de grises, grietas, sombras, raspaduras de yeso, y en este caso un clavo desnudo sobresale de la pared iluminada por la luz del día proyectando su sombra arriba de la cabeza de la mujer.
El artista logra que podamos escuchar el sonido de la leche vertida y oler el pan recién horneado.
En este momento y en este espacio tan doméstico y tan privado en la cocina de una casa que no es la nuestra y que, sin embargo, tiene algo de familiar, la imagen apela a nuestros recuerdos del sonido que se hace al vertir la leche y el olor a pan caliente que todos hemos vivido.
La ilusión del espacio es sorprendente y, sin embargo, no podemos decir que Vermeer pintara escenas reales, cada composición esta construida con gran cuidado y de manera compleja. Su obra esta plagada de detalles que solo van revelándose después de un rato de estar frente a la obra.
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Sin embargo, no por ser íntimo o familiar deja de tener siempre un toque de drama, algo de misterio, un enigma en la escena.
Hay cosas que nunca podremos saber, música que no escuchamos, conversaciones que no sabemos de que se tratan; una mujer sostiene su collar, inmóvil en sus pensamientos y mirando la luz a través de la ventana. ¿En qué piensa? ¿Qué dice la carta? ¿De qué están hablando? ¿Qué hay detrás de la ventana? ¿Quién es la joven del arete de perla?
Toda la exhibición esta llena de momentos así. Vermeer juega con nosotros y manipula nuestro ojo en cada pintura, enfoca y desenfoca objetos en las escenas, pasa por alto algunas cosas, para poner otras en primer plano.
El artista no deja nada al azar: cada centímetro de la obra esta cuidadosamente pensado y ha calculado detenidamente cuál será nuestra reacción.
Esta exhibición de Vermeer estuvo precedida por una gran cantidad de investigación realizada en colaboración con Mauritshuis en La Haya y la Universidad de Amberes.
La investigación continuará durante y después de la exposición, y los hallazgos se presentarán en un simposio internacional en el Rijksmuseum en 2025, 350 años después de la muerte de Vermeer.
La muestra estará abierta del 10 de febrero al 4 de junio. Aún cuando la exhibición no había abierto, ya se han vendido más de 200 mil entradas. El museo también lanzó una exhibición digital, para aquellos que no pueden asistir físicamente.
Nunca antes habíamos estado tan cerca de Vermeer, y seguramente pasara mucho tiempo para volver a estarlo.
Esta reseña es de la autoría de Maite Basaguren, arqueóloga e historiadora del arte por la universidad de Columbia en Nueva York .
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