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Provenza: los trazos de Van Gogh

Recorre los paisajes impresionistas de este pintor holandés que transformó nuestra manera de ver

El comienzo del viaje va por el camino correcto si se tiene la sensación de encontrarse perdido en medio de la maraña medieval de las calles de Arles.

Todo mejora si uno mismo amplía la vista y empieza a descubrir ese arte callejero que algunas personas crean para lucir el propio encanto de la ciudad ?a veces medieval, pero también muy romana, y, eso sí, siempre tierra fértil para almas libres que acostumbran completar la realidad con alguna aportación personal.

Van Gogh residió pocos años en este lugar, pero lo hizo con la misma intensidad con la que pintaba. Los vecinos veían ir y venir, de un lado para el otro, con pinceles y pinturas, a un hombre de mirada intensa que expresaba todo a través de penetrantes trazos, tan vivos, urgentes y agudos como su propia vida.

Seguramente Van Gogh estuvo en los mismos sitios donde los turistas de hoy se hacen dóciles fotos para el recuerdo: en pleno Anfiteatro romano ,una versión igual de antigua y hermosa, pero de dimensiones más pequeñas que el Coliseo romano, en el Teatro romano, o en la propia iglesia de St-Trophime, joya románica de la zona.

Quienes desean seguir un poco más de cerca los pasos del artista holandés por las calles de Arles, deben acercarse a la oficina de turismo y hacerse de un mapa que los conducirá fácilmente a los lugares que el pintor dejó inmortalizados en sus cuadros.

Después, sólo es cuestión de controlar bien la guía y pararse justamente en el punto donde estuvo el caballete de uno de los genios impresionistas más valorados por la historia del arte.

En esa zona se encuentra una placa explicativa (en francés, al parecer olvidaron la versión en inglés), acompañada de una reproducción de la pintura, lo que genera toda una experiencia 3D: el modelo original, el Van Gogh y la visión propia que uno mismo quiera crear.

Cuadros tan famosos como La Noche Estrellada (versión Arles), El Café Nocturno (aún existe el café), o el cuadro que realizó en el jardín del hospital de la ciudad, son parte de este museo versión in situ.

En la Plaza Lamartine se encontraba la casa en la que Van Gogh deseaba abrir un taller de artistas, al que asistirían colegas de todas partes de Europa, la cual, de hecho, aparece en el cuadro La Casa Amarilla.

Aunque ya no existe, puede ser un sitio interesante para concluir la ruta. A este taller sólo asistió Gauguin, con quien el pintor holandés tuvo una pésima convivencia, lo cual generó que se cortara la oreja.

Más adelante fue internado en un hospital psiquiátrico cercano a Arles, en St Remy-de-Provence. Ahí estuvo entre 1889 y 1890, tiempo suficiente para crear 140 cuadros y 150 dibujos de los alrededores de la clínica.

Para llegar al hospital y conocer la habitación donde se alojó Van Gogh, hay que dirigirse rumbo al norte, a través de pequeñas carreteras secundarias (D35 y D99). A medio camino conviene tomar una pequeña desviación al oeste (D99), y detenerse un par de horas en los castillos de Tarascón y Beaucaire, que no tienen nada que ver con la historia del pintor, pero que invitan a recorrer la leyenda aristocrática del Medievo provenzal, además de que ambos castillos cuentan con excelentes vistas del río Ródano.

Una vez que se retome el camino original y se llegue a St-Remy, se puede dar un paseo por los paisajes que el artista pintó hace más de cien años y que hoy día recorren museos, galerías y casas de coleccionistas de todo el mundo, derramando millones de dólares a su paso. Lamentablemente, Van Gogh nunca conoció ese otro aspecto del arte.

Él se paseaba con óleos y pinceles por el campo y también por las calles de St-Remy, donde había vivido otro personaje famoso, consultor astrológico de sus vecinos y de la reina Catalina de Médicis, así como médico de la corte de Carlos IX. Si no has adivinado, se trata de Nostradamus.

Desde St-Remy, por la carretera D5 con rumbo al sur, comienza un paisaje hecho a base de oliveros, esos mismos que Van Gogh pintó en algunos de sus cuadros. Si se tienen deseos de observar el trabajo que se realiza con sus frutos, se puede visitar el Chateau d´Estoublon o el Moulin Jean-Marie Cornille, donde además de conocer el proceso, saldrá con un auténtico aceite de oliva provenzal. Posteriormente habrá que tomar camino con rumbo a Les Baux-de-Provence, considerado uno de los pueblos más bellos de toda Francia. Está rodeado de hileras de viñedos y olivares y encaramado a un baou, que, en provenzal, no significa otra cosa que espolón rocoso.

Van Gogh también recorrió estas latitudes y, por supuesto, pintó con ese frenesí artístico que todos agradecemos hoy día. El atractivo principal de este pueblo es el castillo semiderruido que se encuentra en lo más alto, propiedad ?por si te interesa esto de las familias nobles? de la familia Grimaldi, los mismos de Mónaco.  Aunque también visitar las calles del pueblo e inmiscuirse en la vida medieval, acompañado de tiendas actuales que venden cualquier delicia de la Provenza, puede ser una actividad muy placentera.

Finalmente, no hay que olvidar los balcones que se asoman a vistas impresionantes de la zona natural de Las Alpilles, región que cuenta con diversos caminos para realizar senderismo. Van Gogh vivió los últimos meses de su vida en Auvers-sur-Oise, cerca de París, donde realizó más de 500 cuadros. Su suicidio, puesto en duda por el historiador Steven Naifeh, quien asegura que recibió un balazo accidental de dos chicos, dejó a la mitad del camino -con 37 años de vida-, la trayectoria de un gran pintor.

Sin embargo, las calles provenzales y las vías que se internan en el paisaje del apacible sur francés, dejan el rumbo abierto para continuar esa historia en la que la realidad espera ser completada por la creatividad de cada viajero.

Logística

Cómo llegar. Lo mejor es arribar al aeropuerto de Marsella (desde París, Londres y Barcelona existen vuelos directos) y ahí rentar un coche para poder desplazarse por los diversos rincones de la región de la Provenza.

Desde la capital francesa también se puede tomar un tren de alta velocidad para acercarse a la región.

Clima. Excepto los días de mistral, cuando los vientos gozan de velocidades espectaculares, el clima en esta región del país es bastante benévolo, aunque los mejores momentos para disfrutar los colores del paisaje son de primavera a otoño.

Eventos. Cada verano se celebra Les Rencontres d´Arles, un momento en que se dan cita artistas de la lente y a través de conferencias, exposiciones y encuentros, mantienen vivo el espíritu creativo de la ciudad.

National Geographic

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