Hace 15 año conocí el archipiélago de Indonesia, independiente desde 1945. En ese entonces terminé convirtiéndome en un aprendiz de un medico brujo o bailán. Y fue como prometí que volvería a Indonesia.
Hablar de Indonesia es hablar de volcanes, de un archipiélago de más de 17 mil islas, con unas 6 mil habitadas. Se encuentra en el Cinturón de Fuego del Pacífico y tiene más de 120 volcanes activos, de los cuales 35 se encuentran en la isla de Java, la más poblada del mundo.
Al llegar a Yogjakarta, descanso en la terraza del resort Amanjiwo, construido con la misma piedra de cantera que el volcán Merapi, rodeado de plantíos de tabaco y a tiro de piedra del monumento budista más grande del mundo: Candi Borobudur. Un elefante espera por mí para llevarme hasta ese lugar, Patrimonio de la Humanidad declarado por Unesco.
En los poblados aledaños existen talleres de Piedra atendidos por las familias que crearon ?el templo budista en la montaña?. Estos lugares nacieron para descansar entre las canteras del volcán Merapi y Candi Borobudur. Merapi significa ?montaña de fuego? y ha hecho erupción en 80 ocasiones desde el siglo XVI; la última fue en 2010.
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?Lo que siempre recuerdo es el trauma por el horror y el sonido terrible del gruñido del volcán?, me confiesa Sriyanto al caminar por las ruinas de su casa.
Todas sus pertenecías fundidas y el reloj de la sala detenido a las 10:27 p.m.
Unas 300 personas murieron tras la erupción, y cientos más fueron desplazadas de las 13 aldeas que hoy están enterradas bajo 5 metros de extrusión volcánica. Hoy estas zonas son museos improvisados y existen tours que los damnificados de la zona hacen para mantener a su familia con los donativos. La vida y la muerte en Java sólo se comprenden a partir de sus volcanes.
Amanezco a las 3 de la mañana en un refugio de montaña dentro del Parque Nacional Bromo Tengger Semeru, donde podré apreciar los primeros rayos de sol mientras iluminan la ?Isla de Dios?. El volcán Bromo es la morada del dos Brahma en la cosmogonía Tengger. El ascenso esta marcado ya por un camino e incluso escaleras que te llevan a una de las vistas más espectaculares del mundo.
En la actualidad cinco millones de indonesios habitan y trabajan en ?zonas de peligro?, ya sea dentro de las faldas o el cráter mismo , y unos 200 lo hacen explotando las minas de azufre del volcán Kawah Ijien. Durante el sendero me encontré con mineros que cargaban alrededor de 90 kilos de azufre, atravesando bosque incendiados hasta la cima del cráter.
El olor a azufre es inminente. La vista espectacular. Al interior del volcán esta el lago de ácido sulfúrico más grande del mundo. Rodeado de gases venosos y con una mascarilla para el gas, todo parece onírico y me sobrecoge el sentimiento de haber visitado las entrañas incandescentes de la Madre y experimentar su imparcialidad.
Encuentra la historia completa en la edición de abril de la Revista National Geographic Traveler.